Se miraban desde lejos con la necesidad de sentirse cerca. Él saboreaba la mirada que ella sabía esconder detrás de su flequillo.
Ella mientras escuchaba el perfume que envolvía al cuerpo de él. Ambos podían palpar las urgencias del otro. El olor de los besos que jamás se dieron enviciaba el aire
hasta ese entonces puro. Sus bocas, sin moverse, pronunciaban palabras con una dulzura tal, que el sonido las hubiera corrompido. Se miraban fijamente.
Los aromas, los sonidos -y silencios-, los gustos, las texturas, las imagenes enmarcaban la escena carente de movimiento pero plagada de acciones.
Ahí estuvieron. A esa circunstancia pertenecen.
La distancia los adora. Confunden sensaciones y resaltan emociones; nada les importa... desde lejos igual pueden sentirse.-
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